Las rarezas de John Cage las conocemos todos, pero las
partituras de este disco no tanto. No sé nada sobre la gestión de estas piezas
que nada tienen que ver con la música no intencional a la que le asociamos. Se
lo describí a un amigo como un Satíe extremo: delicadeza que sugiere más que
dice y silencio. Dulces melodías que a veces también recuerdan a Debbusy,
interpretadas desnudas y sin adornos, pero que al detenerte y prestarle
atención descubres en ellas una endiablada complejidad rítmica de patrones y amalgamas y armonías hexátonas y matemáticas, pero tan naturales y sencillas al
mismo tiempo que el alma se os escapará volando. A veces me recuerdan a oriente
y a su manera mística de contemplar el mundo y si tengo que definir este disco
con una palabra, la primera que viene a la
cabeza es: expectación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario