La remixología, el arte de remezclar canciones, no ha servido solo para descubrir las posibilidades más o menos interesantes o divertidas que surgen en los escarceos entre la música popular y las vanguardias, también sirve para alimentar los bolsillos de la industria musical, que ha encontrado en este nuevo género popularizado en los 90 una forma sencilla de enriquecerse y reflotar carreras hundidas.
En su forma original los remixes no solo significaban que el pop podía cruzarse con el sonido club y viceversa, sino también el modo en el que muchos DJs lograban conseguir reconocimiento y, por qué no, las grandes sumas de dinero que hasta hace poco han disfrutado los "artistas" pop comerciales de éxito. Hoy por hoy, las remezclas suponen con demasiada regularidad una herramienta para la proyección de una canción en la radio o en las discotecas y sacar un poco más de dinero, estrujar un poco el mercado creo que se llama eso en Marketing. O simplemente un excusa para revender recopilatorios y discografías. Algún genio de la industrió pensó que, por ejemplo, Elvis o Janis Joplin se habían quedado anticuados.
Las buenas remezclas pretenden que el público pueda escuchar un original de otra manera. Un gran remezclador como Adrian Sherwood demostró en su remezcla dub del Vanishing Point de Primal Scream que una revisión podía superar a un notable material original. Buenos ejemplos de remezclas también lo son la que los mismos Tortoise hicieron de su primer disco Rhythms, resolutions and cluster, superándolo con creces. O también el experimental Remixes de Jon Spencer Blues Explosion.
El remix es una versión moderna de la colaboración. A diferencia del mainstream, el artista undergroung no busca remixes para conseguir éxito o credibilidad. Posibilita una identidad comunitaria mas fuerte, una escena más fértil y por lo tanto mas viva, más atractiva.
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