El autor de las Cartas marruecas apenas vivió cuarenta y un años desengañado ante el contraste de su educación cosmopolita en el extranjero y la España, ya en decadencia, del siglo XVIII. Militar y escritor, su vida y su obra anuncian la inminente llegada del Romanticismo. Nació en Cádiz en 1741. Su madre murió en el parto y su padre, ausente por negocios en Ámerica, tardaría casi trece años en conocer al niño. Su educación corrió a cargo de un tío jesuíta, que decidió enviar al futuro escritor a estudiar a Francia. Durante su juventud pudo conocer los centros culturales más importantes de Europa.
Destierros y episodios violentos de duelos con espadas son algunas de las historias que se cuentan sobre su vida. Pero, quizás, el episodio más significativo de su biografía fue su historia de amor con la actriz María Ignacia Ibánez, predecesora de la no contención romántica. La historia cuenta que Cadalso, desesperado ante la repentina muerte de su amada con 22 años, intentó desenterrarla para darle el último adiós. El conde Aranda lo evitó, desterrándole a Salamanca, donde conoció a los poetas del grupo salmantino. Murió en 1782 en el bloqueo de Gibraltar.
Aquí os dejo el poema que le escribió a María Ignacia:
A LA MUERTE DE FILIS En lúgubres cipreses he visto convertidos los pámpanos de Baco y de Venus los mirtos; cual ronca voz del cuervo hiere mi triste oído el siempre dulce tono del tierno jilguerillo; ni murmura el arroyo con delicioso trino; resuena cual peñasco con olas combatido. En vez de los corderos de los montes vecinos rebaños de leones bajar con furia he visto; del sol y de la luna los carros fugitivos esparcen negras sombras mientras dura su giro; las pastoriles flautas, que tañen mis amigos, resuenan como truenos del que reina en Olimpo. Pues Baco, Venus, aves, arroyos, pastorcillos, sol, luna, todos juntos miradme compasivos, y a la ninfa que amaba al infeliz Narciso, mandad que diga al orbe la pena de Dalmiro. |
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