miércoles, 3 de noviembre de 2010

Jimi Hendrix. Un dios del rock en el olimpo del soul.

Hendrix durante su actuación en  el United Block Associatión.
Acababa de terminar su actuación Big Maybelle, una cantante de rhythm and blues de 115 kilos. Una semana  después de su consagración definitiva en el Woodstock del 69, Jimi Hendrix se preparaba nervioso para comenzar el concierto más importante de su vida. Antes de pisar el escenario ya le habían abucheado y al salir con su banda el público le arrojó botellas y huevos. Para Jimi actuar en United Block Associatión, el festival de música negra que se celebró en las calles de Harlem, era la oportunidad de ser respetado de una vez por todas por el público afroamericano. Sin embargo, si comenzó a tocar para un auditorio completo, al finalizar su concierto apenas quedaban unas 200 personas pendientes de un irreconocible Hendrix. Quieto como un palo en el escenario, vestido con camisa y pantalón y tocando sin las extravagancias a las que tenía acostumbrado al público. Como si respetara al auditorio y quisiera tomárselo en serio.

Años antes, el guitarrista de los Who, Pete Townshend, se le acercó en el aeropuerto para “calmar la tensión” por un incidente ocurrido la noche antes.  Le dijo: “nada de malos rollos, me encantaría tener un trozo de la guitarra que destrozaste”. Hendrix apenas le miró a la cara y continuó su camino golpeándole en el hombro. Entró en el avión enfurecido y comenzó a proferir insultos. La noche antes, en el  Festival de Monterrey de 1967, las dos bandas habían pactado tocar con seriedad y no hacer trucos y efectos propios de la industria del espectáculo. Pero Hendrix rompió el trato. Salió al escenario a tocar sus canciones mientras gestualizaba una relación sexual con su guitarra, tocaba con la lengua y realizaba todo su repertorio de payasadas para llamar la atención. En pleno éxtasis de ácido, terminó el concierto prendiendo fuego a su guitarra. Esa noche se convirtió en una leyenda, pero algo comenzaba a marchar mal en su vida.
 


Tiempo después, un año antes de su muerte, volvió a repetir la misma jugada en el Festival de Woodstock. De nuevo, Hendrix pisó el escenario vestido con ropas extravagantes -las mallas celestes con capa, aunque fuera 1969, no estaban tan de moda-demostrando ser todo un experto de la pantomima y los juegos para divertir al público. A pesar de tocar con una Band of gipsy de dudosa calidad, su actuación tuvo más errores que buenos momentos, estos últimos fueron suficientes para convertirse en una de las figuras fundamentales del siglo veinte. Pero apenas había negros en el público.



Hendrix aprendió de los primeros guitarristas de blues y comenzó a tocar en el circuito de bandas de soul de Seatle. Al rock llegó por casualidad de la mano de un contrato discográfico. Durante sus años de éxito nunca se cansó de repetir que el pop-rock le aburría y no le motivaba. Lo atestiguan las numerosas grabaciones piratas de su “verdadera” música. Por ejemplo, los conciertos para sus amigos que ofrecía después de las actuaciones oficiales en el estudio con músicos negros como Budy Miles entre otros, donde el rock el soul el funk y el jazz se convertían en un mismo sonido.
Hendrix, vestido de superhéroe funky, en Woodstock.

Siempre fantaseó con tocar con una gran orquestra de vientos, como Otis Reding, pero nunca lo admitieron entre los héroes afroamericanos. El excéntrico Little Richard le dio la primera oportunidad, pero tras unas escasas grabaciones le despidió de la banda por su extraña manera de tocar. Le despidió de su grupo y le cerró para siempre las puertas del olimpo del soul.  

WEST COAST SEATTLE BOY. DESCARGA.









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