Decía
Cortázar que
leer y escuchar música al mismo tiempo supone una falta de respeto tanto al escritor como al músico.
Cortázar exigía
una recepción activa por parte del público, es decir, le pedía al lector que se relacionase con la
lectura (o con el arte en general) al mismo nivel al que se relacionaba él.
También recuerdo a
un profesor de música que me dijo una vez que
después de escuchar atentamente un disco de Charlie Parker uno acaba agotado. En realidad, si lees, no escuchas y si escuchas, no lees.
No solamente eso, desde el punto de vista del lector,
los segundos en silencio en los que levantas la cabeza del libro y las ideas o impresiones leídas aprovechan para introducirse en nuestro interior y chocan con la materia de la que estamos hechos, ya no es un silencio. De repente, otras ideas, otras impresiones y otras emociones quieren entrar dentro al mismo tiempo, la música que te acompaña la lectura.
Pero no es solamente
esa perdida sagrada del silencio, sino que la literatura, igual que la música, se compone de ritmo y armonía (por no entrar en los desarrollos emocionales y
la tensión y el contraste) que de repente entran en colapso al enfrentarlas con otros ritmos y armonías más intensos, disonantes, que producen una macedonia emocional que a menudo resta más que suma. Un cacao, vamos.
Esto como lector.
Pero al escribir la cosa puede ser diferente, aunque no demasiado.
En el proceso de escritura
se describen imágenes incompletas que surgen en alguna parte, no sé sabe muy bien dónde, y un determinado clima, como escenas de una película, y entonces puede que la música si ayude a descubrirlo, a
descifrar qué ocurre con esas imágenes. Pero también puede cambiar el sentido de lo que perseguimos y cerrar o abrir puertas en direcciones opuestas.
Por lo que hay otro problema, aunque parezca tonto, es que que la música, los discos, se componen de canciones que no suelen durar más de nueve minutos como mucho, y al escribir, cuando se consigue entrar y mantener determinado estado emocional, los cambios de canciones y estilos, pueden ser totalmente contraproducentes.
Lo único importante aquí es saber que cuando escuchas música estás influido al cien por cien por lo que escuchas y eso, para un escritor puede ser bueno y malo al mismo tiempo.
Personalmente yo no puedo ni leer ni escribir con
música. En ciertos momentos de la escritura, al comienzo, cuando solamente expongo ideas que luego daré forma material, puedo escuchar solamente, (y de echo lo hago) uno de estilos me música que más loco me ha vuelto en los últimos años: la
ambient music, un estilo cuyas armonías y estructuras son tan abiertas y amplias que a veces parece que no existan.
Historia de la ambient music (lo digo en femenino porque me gusta más).
Dicen los libros de historia que un taxista atropelló a
Brian Eno y tuvo que pasar mucho tiempo en cama sin poder moverse. Un buen amigo fue a visitarle y
le regaló un vinilo de un concierto para arpa. Cuando se marchaba Brian le pidió antes de irse lo lo pusiera en el tocadiscos y desde la cama, ya solo, se dio cuenta de que había un problema con el sonido: de uno de los canales del
stereo sonaba un
ruido blanco constante y del otro apenas nada, solo la melodía principal del arpa, a muy poco volumen, que según las dinámicas del intérprete superaba o se escondía detrás del ruido blanco.
Inmóvil y medio dormido
la música entraba sutilmente en sus pensamientos, sin interrumpirlos. Aparecía y desaparecía en su interior. Brian se dio cuenta de que estaba disfrutando esa nueva forma de sentir y relacionarse con la música. Así nació
Music for airports, quizás la última gran revolución musical, por lo que supone de cambio de concepto, después del dance.
La música occidental, es ruidosa, estridente y como la publicidad, es maleducada y chillona y quiere que le prestemos toda la atención posible todo el tiempo. Está hecho para eso mismo: para la catarsis. Desde Mozart hasta el pop, pasando por Parker o
Miles Davis, la música occidental trata sobre un individuo que quiere que le presten atención y quiere que te olvides de todo excepto de lo que quiere decirte. Así que no hay que extrañarse si ese tipo de música interrumpe tu lectura.
El
ambient music no es música de relajación como alguna gente piensa, tiene un discurso y unos modos propios. No es egocéntrica ni exige tu atención constante. Solo quiere estar ahí cuando la necesites y formar parte de tu vida durante un tiempo sin resultar una molestia.
Para mí supone una ayuda para conseguir la tensión que quiero al escribir, o al menos al empezar a describir la imágenes que necesito comprender. Si he de ser sincero,
casi todo lo que he escrito tiene esta banda sonora:
Aún recuerdo la primera vez que escuché
este disco (
Robert Fripp and Theo Travis: Live at Conentry Cathedral 2009): vivía solo en Sevilla. Me levante un día de principio de verano, cuando todavía no es verano, con resaca y puse esto a un
volumen muy fuerte y de repente todas las rutinas y las cosas cotidianas que nos aburren y no apreciamos,
comenzaron a tener otro significado diferente, como cuando escuché el
A love Supreme de Coltrane, pero en la dirección totalmente opuesta.